Análisis de "Al lector" Estructura de Las flores del mal
Estructura de Las flores del mal
Baudelaire, Charles. Las Flores del Mal. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2012.
El poema “Al lector” abre el libro “Las Flores del Mal”, funcionando como prefacio. Baudelaire declaró que su libro “tiene un principio y un fin”, no es una simple colección de poemas, sino que cada uno está ubicado en su lugar específico por una razón, más allá de que cada poema tenga valor en sí mismo, el libro tiene un orden, y debe ser leído siguiéndolo.
El hecho de que tenga un prefacio dedicado al lector es una de las manifestaciones de esto.
El título nos puede dar a pensar en un principio que el poema estará destinado de un “yo” a un “tú”, pero no es esto lo que encontramos al empezar a leerlo.
La estupidez, el error, el pecado, la angurria,
ocupan nuestras almas, trabajan nuestros cuerpos,
y alimentamos nuestros blandos remordimientos,
como los pordioseros nutren a sus gusanos
El primer verso nos enumera cuatro elementos. Estos tienen en común el ser acciones humanas negativas, pero no nos resultan específicos, sobre todo “pecado” y “error” nos resultan muy amplios y abarcativos de todas las acciones humanas que pueden ser malas.
Ya en esta primer estrofa se nos muestra una concepción humana, el poema sostiene la noción que el pecado es la esencia humana, y que estos nos afectan por igual el alma y el cuerpo, pues definen nuestras acciones. En el tercer y cuarto verso encontramos una comparación, se nos habla de “blandos remordimientos”, el sentimiento de arrepentimiento, que en la tradición cristiana es tan poderoso que es capaz de limpiar un alma del pecado, aquí es calificado de blando, pues no sirve de nada. Se presenta en esta comparación la primera de una serie de imágenes grotescas, que le marcarán un tono desagradable al poema.
Nuestros pecados, tercos; nuestro arrepentir, débil;
con creces nos hacemos pagar las confesiones,
y volvemos alegres al camino fangoso,
creyendo nuestras manchas lavar con viles lloros.
En la segunda estrofa se profundiza en este concepto, los pecados son nuestra esencia, nos atraen con mucha fuerza, nos tientan constantemente. Se da una personificación tanto de pecados como del arrepentir. Además, el poema sostiene que “volvemos alegres al camino fangoso”, no solo el pecar es nuestra naturaleza, sino que además nos genera placer el cometerlo, y el reincidir. El arrepentimiento nos engaña en un principio, pero no sirve de nada realmente. El hombre es el único ser que juzga las acciones como “buenas” o “malas”, este poema nos puede invitar a pensar por qué el hombre decide que son malas las acciones que más lo tientan, y las que están en su esencia, en esto está la dualidad, la ambivalencia del hombre, ser contradictorio que califica de malas las cosas que le dan placer.
En la almohada del mal es Satán Trimegisto
quien largamente acuna nuestro encantado espíritu,
y el precioso metal de nuestra voluntad
íntegro lo evapora este sabio alquimista.
En la tercera estrofa aparece la figura de Satán. “Trimegisto” significa tres veces muy grande, resulta irónico este calificativo pues el número tres siempre estuvo asociado a Dios, por la santísima trinidad, Satán se presenta en este poema como la divinidad. El los primeros dos versos se da una metáfora que nos llama la atención, pues se forma una imagen maternal, y a la vez siniestra, la de Satán acunando nuestros espíritus en la “almohada del mal”. Satán sería quien controla nuestros espíritus, y los lleva como él quiere. Es él quien destruye nuestra voluntad, en los últimos dos versos de esta estrofa se lo califica de “alquimista” que “evapora” ese “precioso metal”, un elemento que de otra manera sería muy valioso y perdurable, Satán lo hace desaparecer como si fuera agua.
Es el diablo quien tiene los hilos que nos mueven!
Atractivo encontramos en cosas repugnantes;
cada día al infierno descendemos un paso,
sin horror, a través de tinieblas que apestan
En la cuarta estrofa se enfatiza en este concepto con otra metáfora, se presenta al ser humano como marioneta y a Satán como nuestro titiritero, niega el libre albedrío, nuestras acciones son controladas por él en todo momento. En esta estrofa también se vuelve sobre otro concepto anterior, la naturaleza contradictoria del hombre, por el placer que encontramos en cosas negativas en este caso “repugnantes”. Nuestro destino está escrito, no hay libertad, cada día que pasa nos acercamos más al Infierno, pues cada día pecamos más pero “sin horror”. Esto nos puede generar una sensación de injusticia, seremos eternamente castigados por seguir nuestra naturaleza, y por acciones que no controlamos nosotros mismos.
Cual pobre depravado que besa y que devora
el seno flagelado de una antigua ramera,
robamos al pasar un placer clandestino
que muy fuerte exprimimos como naranja vieja.
La quinta estrofa consiste en una comparación entre tres elementos, con imágenes muy claras, se dice que exprimimos el placer como un depravado besa el seno de una ramera, como una naranja vieja. Aquí se nos puede dar respuesta de por qué el hombre peca si sabe que está mal, el placer que genera, y sin embargo, este placer se presenta como algo que se acaba muy rápido, que no nos satisface para nada, y nos deja queriendo más. Las imágenes de esta estrofa continúan con la atmósfera grotesca del poema. Se presenta la prostituta, uno de los oficios peor vistos, por su sordidez, pero no es cualquier ramera, es “antigua”, no es joven, su seno es “flagelado”, no es bella, su cuerpo nos inspira más lástima o desagrado que atracción; y su cliente es un “pobre depravado”; la imagen es totalmente decadente desde todo punto de vista. Como el depravado devora ese seno, que no da para más, nosotros exprimimos el placer, hasta mucho después de que ha quedado seco, como naranja vieja.
Apretado, hormigueante, como un millón de helmintos,
un pueblo de demonios se harta en nuestros cerebros,
y cuando respiramos, la Muerte a los pulmones
baja, invisible río, con apagadas quejas.
Esta estrofa continúa con las imágenes desagradables, en los dos primeros versos encontramos una comparación y una metáfora, los helmintos son parásitos intestinales, se comparan estos con los demonios que hay en nuestros cerebros, lo cual es evidentemente una metáfora, los demonios representarían los malos pensamientos. Se da una imagen de gran cantidad, no son uno o dos los malos pensamientos que pasan por nuestras mentes, son tantos que están “apretados”, “hormiguendo”, se nos da la sensación que son tantos y están tan exaltados que no nos dejan en paz, dominan nuestros cerebros por completo.
En los dos siguientes versos hay otras dos metáforas, se califica a la “Muerte” de “invisible río”, dándonos la imagen de que la muerte fluye, desplazándose sin problema a nuestros pulmones cada vez que respiramos, se encuentra aquí una paradoja muy evidente. Paradoja según la Real Academia Española es “Figura de pensamiento que consiste en emplear expresiones o frases que envuelven contradicción.” La contradicción radica en la afirmación de que cada vez que respiramos, más nos acercamos a la muerte, siendo que la respiración nos da vida, y en todo caso no respirar sería algo que nos llevaría rápidamente a la muerte. La imagen nos muestra que no tenemos escapatoria de la muerte, hasta en el acto más asociado a la vida, nos acercamos a ella, con cada respiro, con cada momento, estamos un poco más cerca de ella. Esta estrofa nos plantea una realidad sumamente incómoda, que todos vamos a morir, que la muerte es parte de la vida, y es algo natural, toda vida implica una eventual muerte.
Si el estupro, el veneno, el puñal, el incendio,
no bordaron aún con graciosos dibujos
el banal cañamazo de nuestro ruin destino,
Ay! es que nuestra alma no es bastante atrevida
Encontramos aquí un paralelismo entre el primer verso de esta estrofa y el primer verso del poema. Según la profesora Elena Romiti paralelismo es “repetición de elementos en dos o más miembros para expresar la misma idea”. Se da aquí también una acumulación de cuatro elementos negativos, unidos por comas. La diferencia es que aquí solo uno de ellos es una acción humana negativa, el “estupro”. La RAE se contradice en sus definiciones de esta palabra, pero parece referirse a una relación carnal con una persona menor de edad, lograda por medio de engaño o superioridad.
El verso operante de esta estrofa es una metáfora, al referirse a nuestro destino como “cañamazo”, que es una tela dispuesta para bordar en ella con seda o lana de colores. Esta imagen nos remite a la mitología greco-romana, en que los personajes de las Moiras o Parcas regulan la vida desde el nacimiento a la muerte, con un hilo que una de ellas hilaba, otra enrollaba, y la última cortaba. Al igual que en la mitología, el poema contradice la visión cristiana de la libertad, afirmando que no somos dueños de nuestras vidas, y que el destino ya está escrito.
La idea principal de esta estrofa es que si estos elementos negativos no han definido una vida es porque el alma no es bastante atrevida. Parece haber aquí una contradicción con las ideas que se venían planteando en el poema hasta ahora, de que la naturaleza humana es pecadora, y que cada día cometemos más pecados. Sin embargo la presencia de la palabra “aún” implica que tarde o temprano la tela de nuestro destino será manchada.
Pero entre los chacales, las panteras, las perras,
los buitres, las serpientes, los monos y escorpiones,
los monstruos gruñidores, aullantes, trepadores,
en el infame circo de nuestros propios vicios,
En esta estrofa se enumeran una serie de animales y seres siguiendo una gradación, “Figura que consiste en juntar en el discurso palabras o frases que, con respecto a su significación, vayan como ascendiendo o descendiendo por grados, de modo que cada una de ellas exprese algo más o menos que la anterior”, primero se mencionan los animales, y luego se pasa a monstruos, ascendiendo en el grado de peligro y miedo que generan.
Se da una intertextualidad aquí con La Divina Comedia de Dante, en cuyo primer canto los pecados del personaje son presentados como fieras, el Leon, la Pantera y la Loba. Todos los animales y seres mencionados en esta estrofa representarían distintos vicios del hombre. Nótese el uso de animales carroñeros, carnívoros, venenosos, peligrosos y/o mortales (y, por algún motivo, los monos ¿? la interpretación de eso lo dejo al libre albedrío de cada uno)
Esta estrofa junto con las siguientes dos conforman una unidad de sentido, entre las tres se transmite una de las ideas principales del poema.
hay uno que es más feo, más malo, más inmundo!
aunque no gesticule y ni gritos profiera,
haría con placer de la tierra una ruina
y en medio de un bostezo se tragaría al mundo;
¡Es el TEDIO! —Los ojos cargados de un llanto involuntario,
él sueña con patíbulos mientras fuma su pipa.
Tú conoces, lector, al monstruo delicado,
—hipócrita lector, —mi prójimo, —mi hermano!
La idea transmitida es que el tedio es el peor de los vicios, aunque nos parezca al principio difícil de entender, el tedio es la tendencia a la nada, la ausencia de actividad, la falta de sentido de la vida, y por lo tanto la negación del regalo más importante que nos da Dios, un insulto él. En la penúltima estrofa se sostiene que si fuera por el tedio la tierra sería una ruina, pues nadie haría nada. Y es peor que todos los otros vicios también por su naturaleza silenciosa, es el más peligroso y también el más engañoso, pues es la no manifestación, y por eso pasa desapercibido.
La mención a los patíbulos (lugar en que se ejecuta la pena de muerte) alude a que el no sentido de la vida es lo mismo que la muerte.
Finalmente en los últimos dos versos se vuelve al título, se menciona por fin al lector, el “tú lírico” a quien está dedicado el poema. El destinatario evidentemente no es sólo la persona que está leyendo el poema en el momento, sino todo ser humano; se acusa al hombre de pecar de tedio, ese pecado “delicado” pues parece inofensivo. Se lo acusa también de hipocresía, lo que viene mencionando durante todo el poema, el hombre por un lado acusa los pecados de malos, y sin embargo los comete.
Pero por último el yo lírico se equipara al lector, diciéndole prójimo y hermano. Reconoce ser igualmente pecador e hipócrita, como todos los demás hombres.